Historiador británico, autor
de una de las muchas biografías de Franco. En ella, reflexiona sobre la figura del dictador. Al
comienzo de sus estudios ―siempre según el propio autor―, Franco era un militar
de mediana personalidad, un ser mediocre, falto de talento, que contó con la
ayuda de Hitler y Mussolini para, con una represión feroz, lograr gobernar
España durante 40 años; después, un personaje con unas cualidades políticas
dignas del mismísimo Maquiavelo. Según Preston ―teoría de una gran mayoría de
historiadores―, la personalidad de Franco se fraguó en su infancia y en la
relación que mantuvo con su padre; además, alargó deliberadamente la guerra
civil con el fin de exterminar la República y, ya en el poder, su mayor preocupación
fue mantenerse en el cargo.
Pero, si el franquismo tenía tanto de lo
que enorgullecerse, habría que preguntar por qué fueron tan implacablemente
purgados los archivos policiales, judiciales y militares en los años cuarenta.
También de modo significativo, el archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores
español carece casi por completo de documentos sobre el período de idilio de
Franco con Hitler. La redención significó cruentas purgas políticas que
continuarían mucho después de haberse ganado la guerra. Esta represión, si bien
no negada, fue siempre calificada por Franco y sus acólitos de operaciones
policiales legítimas. Incluso las más conservadoras investigaciones posteriores
de la represión de posguerra han producido cifras de decenas de miles de
víctimas. A la tortura hay que achacar el gran número de suicidios en las
cárceles; las autoridades, que se consideraban estafadas por estos «evadidos»
de su justicia, reaccionaron a menudo ejecutando a un pariente del preso. La
pormenorizada reconstrucción de la represión ha sido uno de los aspectos más
notables de la reciente explosión historiográfica española.
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